martes, 28 de agosto de 2007

Tengo que vivir

2004
Tomás Macho de Quevedo López
(El ganador Junto a Ana Mª Martín Gaite y A. Calero presidente de la Agrupación Cultural).

I

...Mi madre, mi padre y mi hermano, están en la habitación de al lado…

La psicóloga que me trata, me ha mandado a otra de las cinco habitaciones iguales que hay en esta zona del hospital. Tengo un poco de frío. Me abrazo como intentado no perder el poco calor que me queda dentro y atravieso un pequeño pasillo con cinco puertas, por supuesto blancas, a pasos exageradamente cortos y rápidos: supongo que me lo ha generado el escalofrío que me acaba de dar y del que no he podido evitar dar unos respingos. En una mesa grande que casi ocupa la habitación hay dispuestos, a ambos extremos, un montón aparente de folios y un cubilete de color verde, donde hay alojados un buen puñado de lápices de colores. Un sin número de sillas alrededor de la mesa componen todo el mobiliario de la habitación. Sale aire cálido por algún sitio que atempera mi cuerpo y lo agradezco. Me encuentro cómoda y pienso que de aquí tiene que salir algo bueno para la psicóloga. Me siento, cojo unos folios y elijo el lápiz de color rojo para empezar a escribir. Pienso…Cómo expresarlo…Golpeo el lápiz repetidamente contra la mesa buscando la palabra clave para empezar y lo que consigo es romper su punta. Eva, la Psicóloga, está en todo y al lado del cubilete hay un sacapuntas al efecto. Empiezo a afilar lentamente. La vista se me queda fija en las virutas que van cayendo al papel. Demasiado evocador pienso y con el dorso de la mano trato de quitarlas manchando de rojo el papel y mi mano, y mis ojos se llenan de rojo y me afloran lágrimas inconsolables, como aquél día, todo rojo, todo gritos, todo desesperación. Eva quiere que procuremos expresar todo lo que sintamos sobre lo sucedido. Eso es lo que nos ha dicho a los cuatro que tenemos que hacer, cuando nos haga pasar de uno en uno a la habitación. Todo lo que se nos venga a la cabeza sin ambages, sin dudas, sin esperar que tenga sentido o no lo que ponemos. No es necesaria una buena redacción con léxico rico –nos explica sonriendo- con giros idiomáticos y con cierto nivel de vocabulario. No es ningún examen. Solo quiero que me contéis cosas, aunque os parezcan carentes de sentido e inconexas. Yo sabré sacar las conclusiones. Os repito que es importante cualquier detalle, por muy tonto que os parezca. Pensad por un momento que estáis en vuestra casa y queréis mandar una carta a un buen amigo porque necesitáis abrir vuestro corazón. Es un juego en el que la mente a veces no quiere seleccionar y pone lo que verdaderamente se siente sin raciocinio. Eso es precisamente lo que a mí me interesa. Sencillamente que la imaginación escape, se libere y se exprese. Tomáoslo como un juego. Se trata tan solo de expulsar. Os voy a dar todo el tiempo que necesitéis. Haced un esfuerzo. Sé que no es fácil pero puede ser muy enriquecedor. Haced lo que podáis. La psicóloga, en estos meses de trato parecía tomarse su trabajo o nuestros problemas muy en serio. Supongo que tendría una cierta responsabilidad añadida por lo dramático del acontecimiento y el eco mundial que según me llegaba, eso sí, con mucho cuidado y con cuenta gotas, había adquirido el hecho. Bueno y también por cariño.

...Mi madre, mi padre y mi hermano, están en la habitación de al lado. No se cómo empezar mi relato. Tal vez diciéndome en voz alta ¡Tengo que vivir! A veces dudo querer recordar algo más de lo que recuerdo sobre lo sucedido. Ahora mismo no deseo volver a contar otra vez, después de haberlo hecho una y mil veces, la misma historia: frente a mi familia, frente a mis amigos, sin hablar de ti Eva; psicóloga de oficio que se me asignó en el hospital cuando parecía que empezaba a recuperarme y que a veces, te siento más Eva que psicóloga y otras veces, me pareces tan distante y tan fría, que eres más psicóloga que Eva y eso me desasosiega. Amén de periódicos, revistas, radios y un largo etcétera. Eso sí, nunca de la misma manera porque voy añadiendo cada vez más detalles. A veces dudo si ocurrió como lo cuento o es producto de la mezcla entre realidad y ficción que va haciendo mi mente, una mezcla en el que aparecen verdades y mentiras en la misma proporción. Eva dice que lo normal es que cada vez me vaya acordando de más cosas. Y eso me horroriza. Tengo miedo a recordarlo todo. Que de pronto me levante un día y me vengan, como un vómito incontrolado de sangre, todas las imágenes que debo tener guardadas en algún lugar oculto de mi cerebro y que desde aquí le ordeno que las mantenga ocultas para siempre. No quiero pasar por lo mismo una y otra vez. Me vendrá bien, siempre según Eva, cualquier tipo de expresión para volcar todo lo negativo que todavía llevo dentro y que me puede aliviar. A veces me lo dice de una manera más técnica y con más empaque en la voz, no sé si para buscar mi susto y mi consentimiento o su autoridad por la importancia que en realidad tiene para mi recuperación total, pero vamos, viene a ser lo mismo. Empiezo a dudar de las curas rápidas. Estoy empezando a darme cuenta que el tiempo es el mayor y más eficaz cauterizador de heridas. El mejor aliado y además inexorable. No se para nunca. Yo confío más en él, que en cualquier otra cosa. Sin ir más lejos ahora las heridas no me duelen tanto como cuando me las hicieron y eso me lo ha curado el tiempo.

II

...Debería expresar mi alegría y mi agradecimiento después de tanto horror pasado…

He terminado. Ahora le toca pasar a mi madre. ¿Qué pondrá? Me gustaría tanto saberlo pero sé lo que me va a decir la psicóloga, que son secretos profesionales y que sin duda acabaremos sabiendo lo que ha puesto uno y cada uno de nosotros pero todo a su debido tiempo. Estoy un poco nerviosa y asustada. No quiero que mi familia sufra tanto por culpa de la miseria humana. Mamá tiene una expresión en los ojos que me hace mucho daño.

… Debería expresar mi alegría y mi agradecimiento después de tanto horror pasado. Debería estar exultante de alegría al poder ver a mi hija viva y con ganas de vivir que es lo más importante. Pero tengo el miedo metido en el cuerpo y el alma herida y eso no me deja disfrutar de mi suerte, del renacimiento de mi hija, el renacimiento de este momento. Me da miedo la vida. Tengo horror de volver a pasar por lo mismo. Que salga uno de los míos de casa me espanta, aunque procuro que no se me note demasiado. Yo de todas formas he sido siempre muy cobarde y muy exagerada con las horas de salida y de llegada. ¡Valiente estupidez por mi parte! y ¡valiente estúpida! Ocurrió, todo ocurrió a las ocho y media de la mañana y yo estaba tranquila porque a esas horas es difícil que pasen cosas, porque es de día, porque hay mucha gente en la calle, porque todo el que no va a trabajar, va camino de su Instituto o de su Universidad y porque a mi me han enseñado que las peores cosas ocurren cuando llega la noche y nunca al revés, que si pasa algo es más leve o lo suaviza la luz del día. Mi niña, mi adorada niña victima del terror, victima inocente de tanta maldad canalla, de tanta maldad callada. Debería expresar mi alegría, pero no puedo. Tantas víctimas del barrio, tantas familias mutiladas, muertas, masacradas. Tanta sin razón en un microcentímetro cuadrado del cosmos. Mi desolación se compensa con mi consuelo por tenerla en casa. El otro día me dijo que ahora más que nunca tenía que vivir, que tenía la responsabilidad de tantas vidas como habían sido arrebatadas y que esa responsabilidad quería asumirla. Y yo pensé que de repente había madurado, que de repente había vivido la vida tan rápidamente que había cerrado todos los ciclos posibles y que empezaba nuevas vidas a cada respiración, a cada amanecer. Estoy muy asustada, a veces no me parece ella. Otras veces me coge de la mano y me aprieta muy fuerte. Entonces se pone a sudar y temblorosa me dice que han querido acabar con su vida y que no sabe muy bien cuál es la razón y que a pesar de los esfuerzos que está haciendo por vivir se nota que solo lo está consiguiendo a medias porque siente que tenía que estar con todas las personas que no tuvieron opción. Que se siente desplazada, desubicada, fuera del mundo. Y yo no puedo más y me echo a llorar a su lado. Y bien que lo siento por ella, pero mis fuerzas me fallan y no sé que decir excepto que la quiero que la quiero conmigo siempre y que me tiene a su lado. Y sobre todo, le suplico entre sollozos, que no le fallen las fuerzas y que siga teniendo el coraje suficiente como para salir a delante. Menos mal que su novio sigue con ella al pie del cañón. Me está demostrando que es un gran chico y que quiere de verdad a mi hija y eso me llena de alegría. Mi hija no lo ha perdido todo.



III
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¡Por favor mi madre sale con los ojos llenos de lágrimas! Que no llore más, basta mamá, te lo suplico. No soporto verte llorar con esa desolación. Me pregunto si sabrá Eva lo que está haciendo. ¡Dios mío! Cada vez me vienen con más fuerza y nitidez las imágenes de lo sucedido. Entra mi hermano Víctor que está un poco desencajado al ver aparecer a mamá. El pobre no se habrá visto en una como esta nunca. Había escuchado a mucha gente decir que después de un acontecimiento importante en sus vidas, había habido un antes y un después. Entiendo que ahora todo haya cambiado y que tarde en llegar la razón, en mi cuerpo por la amputación de mi ojo, en mi entorno por la ruptura de la tranquilidad y quiero suponer que en la sociedad por el fin de la lógica que hace que el río guarde su curso que los coches vayan por la carretera y que los trenes lleguen a su destino. Se acabó la armonía. Llegó la locura. Tal vez mi aspecto físico es el cambio que más se nota, el más espectacular de todos los cambios, pero no ha sido el mayor de ellos. Tengo entendido que la gente va callada, que no hay tanto bullicio, que la gente mira a todos los lados buscando no se sabe qué y que hay tristeza y temor. Que el color de la piel delata, que a los distintos se les mira con temor. Que los extraños son aún más extraños que nunca. Pero sobre todo tengo miedo que ellos, los míos, también hayan cambiado en su interior. Que su cabeza se haya visto dañada de una manera especial. Supongo que Víctor no sabrá qué decir y se pondrá nervioso y acabará dibujando lo que le está rondando en su cabeza y seguro que se expresa mejor que yo con las letras, y que mamá, y seguro que también gana a papá. Aunque esto no sea una competición ganará a papá. Siempre se le ha dado muy bien el dibujo. Espero que esto sea un paso más para curar la herida, que sigue sangrando, a pesar de los meses transcurridos…Estoy convencida que pintará algo alegórico, abstracto, y con mucho colorido. ¡Pero a la vez tan real!. Porque nadie como un artista, como lo es mi hermano, para que toda esa sensibilidad la plasme en un papel o en un lienzo, con un trozo de barro o con un alambre. Le veo dibujar. Ha cogido uno de los botes de lapiceros. Sin duda que por las manos de Eva pasan también dibujos y sabrá darle sentido. Traza largas líneas de color rojo intenso y sobre ese rojo vuelve a grabar más fuerte otro rojo y hace lo mismo cuando coge el lápiz negro y pinta una y otra vez la misma raya-vía, para que se haga grande, para que se haga más negra. Y otra vez el rojo para que las rayas-vías sean lo más rojas posibles. ¿De qué color es el mundo cuando de repente suena un golpe seco, un golpe estremecedor? Yo lo sé, negro y rojo, tal y como lo está pintando Víctor. Pintará el sonido, el golpe mortal, los gritos de los menos heridos, los gemidos de los más perjudicados y pintará el silencio de los muertos. Lo siente su alma de artista. Y el ojo que lo miraba todo con aviesa curiosidad, ¿dónde está? no lo siento. Ya no puede ver porque se ha roto, me lo han roto, me lo han robado como el alma al resto…Cualquier objeto brillante o abrillantado, metálico o espejado me produce pavor ¡con lo que me gustaba mirarme al espejo y verme guapa! Y ahora no soporto los grifos, los pomos de las puertas, las gafas, los llaveros, las pantallas de los móviles, las televisiones apagadas, las tapas de los microondas, los cubiertos, todo me espanta porque no estoy preparada para verme tal y como soy ahora. Tal y como me han dejado. No puedo mirar la sequedad en mi oquedad. El hueco en mi ojo muerto. Eva aconseja tranquilidad y tiempo. En el espejo del cuarto de baño del hospital, la primera vez que me dejaron entrar para orinar, no me importó verme la oreja casi desprendida o el labio pegado a la barbilla, llevando una venda a modo de parche en el desaparecido ojo. No, nada es tan impresionante como verte reflejado a traición, Por vez primera, sin pretenderlo, por un descuido de lo cotidiano, en una ventana. La contra natura hecha por ese fuerte golpe que todavía sienten mis sienes, en un solo instante, junto a los hierros retorcidos, junto a gritos de dolor junto a vidas eternas. Qué color tiene la muerte entre tanta vida robada. Qué sabor tiene la vida herida por un fuerte golpe en un solo instante




IV

…Si solo dijera que les quiero, sencillamente expresaría un porcentaje ínfimo de lo que verdaderamente siento por ellos…

Por fin le toca a papá. Me mira se levanta y cuando pasa por mi lado me acaricia como si fuera a condenarme y quisiera pedirme perdón. Se cruza con mi hermano en el pasillo y se sonríen amargamente. Son momentos malos. Se recuerdan demasiadas cosas pasadas en un solo instante. Papá siempre me ha querido mucho: A veces le decía que demasiado pegajoso con los besos y los achuchones. Ahora no me los da tanto y juro que es cuando más los necesito. Pero supongo que no tendrá tantas ganas. Tal vez tenga miedo de hacerme daño ¡Hemos sufrido tanto en tan poco tiempo!… Papá se ha vuelto más gris. Le noto odio en los ojos cuando mira. Y sé que ha llorado y sé que sigue llorando. Se va al cuarto de baño para estar solo y poder desahogarse, pero yo oigo sus gemidos desconsolados. Le oigo cómo a veces da puñetazos en los azulejos. No fuertes pero secos. No rápidos pero tristes. Se nota desolación, se nota flojedad. A veces creo que hace trampas poniéndose una toalla en los puños para amortiguar el ruido y así golpear con todas las fuerzas de las que es capaz. Pero le oigo, le siento a pesar de sus subterfugios; los tres grifos abiertos a tope y la cadena del inodoro funcionando y sus manos vendadas. Ruido para amortiguar su ruido. Ruido para ahogar su desesperación. Ruido para apaciguar su alma. Yo muchas veces le he dicho, que no me ha perdido, que sigo aquí con él, que nos podría haber pasado como a tantas familias. Pero que él ha tenido suerte. Que todos hemos tenido suerte de perder un ojo entre tanta pérdida: tan solo un ojo en nuestra familia y eso papá lo he perdido solamente yo, y solamente yo, tengo que vivir con ello hasta el resto de mi vida, pero esto último no se lo quiero decir…
…Si solo dijera que les quiero, sencillamente expresaría un porcentaje ínfimo de lo que verdaderamente siento por ellos. Si dijera que es un cocktail de amor, cariño y ternura sin duda ese cocktail lo bebería sin que me hiciera el menor daño, de un solo trago, largo y exquisito. Sin respirar. Sin asfixiarme. Tan solo hace unos meses estuve a punto de perderme en el dolor. Tan solo hace unos meses estuve a punto de enloquecer. Era tan intenso el dolor infligido por la locura de unos, adueñándose de la vida de decenas de personas y de otros adueñándose del dolor ajeno, cubriendo sus propias miserias después de descubiertas sus vergüenzas, que hubiera sido razonablemente lógico sumirse en mi locura particular, transitoria o no, ante semejante salvajada. Tengo el dolor de una herida en cualquier parte del cuerpo y no tengo el menor rasguño a la vista, pero me duele tanto, como al amputado su falta. Hija te quiero decir tantas cosas que no me salen más que un cúmulo de palabras sin sentido. Qué decirte cuando te veo que te tengo, qué decirte cuando te tengo un poco menos. Qué decirte cuando lo poco que te ha pasado me llena de dolor como si te hubiera perdido y siento vergüenza ante los demás por tenerte. Qué decirte si te hubiera perdido. Qué decir a los vecinos que nos llenan la escalera todas las noches en busca de las buenas noticias de tu recuperación cuando ellos han perdido a los suyos y no obstante se les ve contentos de tu mejoría: como si de ti dependiera la vida de todos ellos o su consuelo. Qué decirles cuando te abordan por la calle y solo te tienden una mano sin decir ni media palabra pero sintiendo la presión, la fuerza de sus manos como un aliento, como un soplo de aire para seguir andando. Y piensas lo extremadamente fino que es el hilo que nos sostiene en este mundo y que cualquier loco puede romper violentamente ese hilo. Y yo me pregunto si es necesaria tanta violencia y tanto sin sentido para salir adelante con tus ideas; para cambiar el mundo si es lo que quieres hacer, o para vivir simplemente con tus miserias; con tus lunes y tus domingos, con tus alegrías y con tus tristezas cotidianas. ¿No será suficiente? Tenemos que resignarnos a la violencia sin respuesta, que no es lo que el corazón te pide, y hacer caso a la cabeza que es la fuente de la razón, de la sabiduría y hoy por hoy afortunadamente resistente a la enajenación incontrolada de los malvados.